Opinión

“Vacunas” para la prevención de adicciones

Por Juan Alberto Yaria (*)

“…se necesita una inmunología social y cultural para enfrentar el problema creciente del consumo de drogas”. (José María Castiñeiras de Dios – charlas del café de los domingos).

El gran poeta y escritor Castiñeiras de Dios me distinguió con su amistad y recorrió conmigo durante toda la década del 90 la Provincia de Buenos Aires en reuniones masivas con padres y asociaciones de padres. Él estaba entusiasmado y a sus casi 80 años daba charlas sobre la vida sana ligada a la cultura y al estudio de los grandes textos. La gente se paraba para aplaudir.

Luego me apoyó en la crisis del 2001 a escribir un libro que denomine “El default humanístico de la sociedad argentina: drogas-alcoholismo juvenil, violencia y desamparos masivos”. Me corrigió el texto renglón por renglón, prologado por Lauro Laiño (Subdirector de la Prensa en esos momentos).

Siempre me hablaba de Milstein (Premio Nobel argentino) y del sistema inmunológico como la organización defensiva ante la agresión de virus y bacterias, pero al mismo tiempo me decía que hacía falta, y por eso le gustaba la gesta preventiva en la Provincia de Buenos Aires en las cuales habíamos participado, un “sistema inmunológico cultural y preventivo”.

Me refería que los inmigrantes que habían venido de Europa pobres y famélicos (algunos) tenían una “coraza” preventiva que eran sus valores y sus creencias. Así se fortaleció la Argentina con la cultura del trabajo y el culto a la vida familiar.

 

HOY, CULTURA DE LA ACEPTACIÓN CULTURAL DE LAS DROGAS

 

Los tiempos han cambiado y surgen paradigmas de banalización de las drogas en sus efectos destructivos y dañinos. Se anima a consumir desde temprano y se afirma un poder económico con sus estrategias de marketing que cancelan cualquier discurso preventivo (o sea de detección precoz y de prevención familiar y social) denostándolo como represivo.

Desde los 2000 Argentina queda perforada en lo social y con un amplio avance de la oferta y con una cultura de aceptación social de las drogas junto a un agudo proceso de desfamiliarización y de empobrecimiento y déficit de la estructura productiva.

Surge como hecho epidemiológico masivo la creciente disponibilidad de drogas ilegales entre jóvenes de 12 a 18 años, “jóvenes que en breve ingresarán al mercado laboral”; pero que por sus vulnerabilidades están en dificultades de hacerlo.

El alcohol, la marihuana, el crac y el paco forman parte del idioma popular mientras la escuela queda abandonada y la familia (si existe) queda desplazada y errante. La cocaína es la “frutilla” del postre.

Aquello que soñaba Castiñeiras (el sistema inmunológico preventivo cultural como la verdadera “vacuna”) viendo a miles de padres en las Asociación Bonaerense de padres ya quedó en el olvido.

La cultura de la “progresía” toma el consumo como un avance cultural y deja a un costado a los miles de jóvenes discapacitados por los daños a sus organizaciones psíquicas, nerviosas y de socialización.

Se pregona el “consumo controlado” cuando precisamente las drogas (todas) alteran los controles inhibitorios frontales y prefrontales que son la base de la afectividad por su relación con la subcorteza cerebral, de la proyección al futuro, y de lo que hoy se llama la “neuro-moral”. Por eso es por lo que muchos tienen conductas aberrantes que luego de hacerlas y cuando están en estado de lucidez y serenidad parecen decir “¿Este fui yo?”. Robos para conseguir drogas, violaciones sexuales en manada, vender muebles, heladeras de la casa desaprensivamente porque lo único que vale es consumir, etc.

El otro y los otros parecen desaparecer; lo único que vale es la “pipa” para la droga, el “churro” de marihuana, el plato de cocaína, las botellas de cerveza, etc.

Mientras tanto muchos se llenan los bolsillos en una verdadera sociopatía (antisocialidad de los dueños de la venta) y además se transforman en empleadores perversos y /o distribuidores de dinero para fines “non sanctos”. Cambia el lugar de la ley y la ley la ordenan los amos de la muerte que a punta de pistola controlan territorios como pasa en Rosario, el Gran Córdoba, en ciertos sectores del AMBA. Ahí impera la Ley del Miedo que es el mejor control perverso de las sociedades en donde el pacto secreto perverso suplanta la claridad de los actos.

La Argentina pasó por todas estas etapas (en consonancia con otros países de América Latina); se necesita una red de comercialización; luego publicitar a una élite consumidora (intelectuales, artistas, deportistas) para seguir con líderes intelectuales que banalizan el consumo y sus efectos dañinos juntos a líderes consumidores para luego entrar en los barrios de poblaciones populares y en sectores más desposeídos que serán la mano de obra del negocio (Rosario es un ejemplo y algunos barrios del AMBA).

Todo esto al lado de una cultura que aplaude el consumo como un logro social negando la discapacidad o la muerte de miles. El esquema de esta ingeniería social seguiría estos pasos sucesivos:

o MERCADO PRODUCTOR Y RED DE DISTRIBUCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN

o ELITE CONSUMIDORA

o EMERGENCIA DE LIDERES INTELECTUALES

o LIDERES SOCIALES CONSUMIDORES

o ENTRADA AL CONSUMO SOBRE LA POBLACIÓN JUVENIL Y SOBRE LOS SECTORES MAS DESPOSEÍDOS

Fue una ingeniería social que en la Europa de los 80 se estructuró (cuando se implantó el sistema de venta generalizada ). Deconstruir esta ingeniería social implica una gran acción preventiva desde valores de la salud.

 

EJEMPLOS DE PAÍSES CON CULTURA PREVENTIVA

 

Los países que han controlado el fenómeno del consumo descontrolado de sustancias y sus efectos epidemiológicos de tipo pandémico como el nuestro han seguido un esquema simple, pero de amplios efectos positivos a través de una cultura de la prevención primaria (cuidado de la salud desde la escuela), detección precoz de los primeros consumos y prevención terciaria que es la atención lo más anticipada posible de los consumos, porque una vez instalada en una persona la dependencia se transforma en una enfermedad crónica, progresiva y terminal, pero rehabilitable con un arduo trabajo de prevención de recaídas, psicoterapias familiares y personales, grupos de rehabilitación y cura de los daños nerviosos y metabólicos causados por el consumo.

Los países o ciudades del mundo han estudiado los puntos de oferta año a año en sus localidades al lado de un trabajo preventivo comunitario y escolar y han encontrado que lo más importante es el trabajo preventivo con alumnos, padres y organizaciones sociales. Ahí van cayendo los puntos de oferta porque la cultura preventiva es la principal barrera. Aquello que el maestro Castiñeiras de Dios llamaba “el sistema inmunológico preventivo cultural”. A mayor trabajo preventivo y de noción de daño bajaba el consumo en la localidad. En las ciudades donde se descuidaba el trabajo preventivo aumentaban los consumos y los puntos de oferta.

Un director de una comunidad terapéutica me comentaba que cada vez los pacientes venían más dañados; le respondí que así será ya que el discurso preventivo es inaudible y el consumo aumentado por la pandemia de COVID (secuelas con depresión, ataques de pánico, quiebra emocional, etc.) junto al aumento de los puntos de venta utilizando los medios electrónicos y las redes son índices de un aumento progresivo.

Rescatar valores preventivos es fundamental. Me pregunto porque podemos hacer campañas de prevención del cáncer de mama, de próstata, diabetes, hipertensión, etc. y no del consumo de drogas especialmente en jóvenes cuando sus estructuras psicológicas están inmaduras y con un cerebro que no ha terminado de desarrollarse.

Ha triunfado la “progresía” cultural, me parece. Necesitamos las “vacunas” (metafóricamente hablando) culturales que fortalezcan la inmunología social de las cuales hablaba con dolor Castiñeiras.

(*) Director general Gradiva – Rehabilitación en adicciones

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